Seregni - Discurso en el Paraninfo de la Universidad, 19 de marzo de 2004
El 19 de marzo de 2004, en el marco de una serie de homenajes que se le organizó al cumplirse 20 años de su liberación, el general Liber Seregni habló en el Paraninfo de la Universidad.
Ese día cumplía 87 años. Su alocución constituye un excepcional documento que resume su legado.
"Señor rector de la Universidad de la República, queridos integrantes de aquella generación del 83 que organiza este acto, amigos todos...
Hace un tiempo, cinco u ocho años, después de que había abandonado la presidencia del Frente Amplio (FA), me expresé con libertad y dije cosas que motivaron críticas severas y hasta algún agravio de mis propios amigos y compañeros.
Recuerdo que en esos días un compañero del piso sexto de la Cárcel Central, un querido compañero, me dijo en casa: “Mi general, el grave error de su vida es no haberse muerto”.
Esta frase que puede ser brutal era hasta cierto punto comprensible. Él me dijo: “Si usted se hubiese muerto serían nada más ahora que largos homenajes, pero usted siguió viviendo, y habla y molesta a la gente (…)”. Mañana, mañana lo voy a llamar a este compañero y le voy a decir: “Mira, compañero, no estuve tan errado en seguir viviendo”.
Los hechos de hoy, esta jornada, me lo demuestran. Cierto, cierto es que yo anuncié mi retiro de la vida pública, que es una forma de desaparecer también. Pero no es menos cierto que en vida recibo este homenaje.
Muchas veces dije que era un privilegiado de la vida; lo repito hoy. Cada uno de nosotros es parte de lo que ponga de sí mismo, pero es en mucho también parte de las circunstancias, del entorno, de lo que le ofrece la vida.
Y a mí la vida me permitió situaciones y actividades que a otros no les es permitida, por eso termino todavía con este privilegio mayor de estar hoy, esta noche, con ustedes.
Para mí hablar en este Paraninfo supone un reto y un compromiso muy severo. Tengo un tremendo respeto por este recinto que está poblado de los ecos de las voces de los grandes pensadores y las expresiones de la cultura que pasaron por el país y por este recinto.
Pensé entonces en escribir para tener una mayor precisión en el lenguaje, pero luego decidí que no y les quiero contar por qué. Tiene que ver, lo decía la compañera que habló antes, con una visita que en el mes de enero de este año me hizo a Costa Azul un grupo de integrantes de la generación del 83.
Me llevaron un cálido saludo, me llevaron un ejemplar del libro que habían publicado, me llevaron un casete y un CD y nos pusimos a conversar y estuvimos hablando desde las siete hasta las nueve y media de la noche.
Y yo percibí, primero con sorpresa y después con una tremenda alegría que esta gente no estaba simplemente viviendo y recordando nostalgias, estaba por sobre todas las cosas viviendo un presente y soñando un futuro.
Y en el transcurso de esa misma charla que surgió con uno de los que estaban presentes: “Ah, pero tenemos que hacer una charla más amplia que ésta”, y esa charla más amplia se transformó, mis amigos, en este acto que estamos viviendo hoy.
Entonces yo quiero mantener ese carácter inicial, eso deseado de charla entre nosotros. Quiero facilitar la comunicación, quiero tener esa calidez que da la palabra, por eso quisiera tener incluso un tono coloquial con todos ustedes y vernos como nos estamos mirando ahora, a los ojos. Claro, voy a hablar, pero voy a hablar con una guía para no caer en arborescencias y perder el hilo del discurso.
No es fácil recibir un homenaje así, en persona, no es fácil. Sólo cabe agradecer y decir que intenté ser en mi vida fiel a mí mismo, coherente, en el marco de principios éticos elementales, en la defensa de la libertad y de la democracia, en el respeto irrestricto a la Constitución y a la ley.
Pero, mis amigos, todo lo que hice, lo bueno y lo malo, lo acertado y lo erróneo, fue a plena conciencia, traté de perseguir el paradigma de decir lo que se piensa y hacer lo que se dice.
A veces pude hacerlo y otras veces no, porque yo también sentí, como muchos de ustedes, la vigencia del dilema que planteaba Max Weber hace 80 años y que incluso comentaba el doctor Guariglia en un libro reciente, el dilema de la posible oposición entre la ética de las convicciones y la ética de las responsabilidades.
Cuando uno tiene un cargo, cuando uno habla en nombre de otros, no es uno solo el que habla, y eso limita seriamente las posibilidades de expresión propias. Esto debe ser tenido muy en cuenta, la ética de las responsabilidades, muy en cuenta por todos nosotros cuando juzgamos las conductas de gobernantes y de líderes políticos.
Por eso, hasta que pude desprenderme de las ataduras de mis responsabilidades, recién entonces pude hablar por mí y para mí y ser auténtico. Así dije mi verdad, la mía, no la verdad, dije mi verdad, que en ocasiones pudo chocar o herir a alguien; no fue mi propósito ni lastimar ni herir a nadie, y si en algún momento eso pasó, aquí, públicamente, presento mis excusas.
Pero, mis amigos, no se trata de dar explicaciones, ustedes son los que juzgan. Yo quiero hoy hablar de cosas, pero de cosas distintas.
Ustedes eligieron este día, que no es un día cualquiera, es una fecha señalada en nuestra historia política de los últimos años en la lucha por la reconquista, por la recuperación de la libertad y la institucionalidad democrática que habían sido conculcadas.
Pero quiero indicar ese día en el proceso histórico con su real trascendencia y quiero además señalar que a veces un acto, una imagen, una palabra, tiene un brillo tal que de pronto oscurece el proceso en el cual está inmerso, y entonces, mis amigos, el 19 de marzo de 1984 no es solamente el acto del balcón.
Quiero ser objetivo, no quiero relativizar ese hecho, no es por falsa modestia, que es la peor de las vanidades, sino para ubicarlo en el tiempo, con un antes y un después. Permítanme una digresión.
Cuando era estudiante, un viejo profesor que nos hablaba de historia y de la vida comparaba la historia y la vida con un río de llanura, con sus vueltas que aparentemente van atrás del curso, y ponía como ejemplo nuestro río Negro, el viejo Um, con sus bucles, con sus meandros; claro, antes de que las represas borraran muchos de esos bucles y meandros.
Yo digo que debemos recorrer y gozar de esos bucles, pero no perder de vista el curso del río y su destino final, que es la desembocadura. Es con este criterio, mis queridos amigos, que miro el 19 de marzo 20 años después. Quiero ser objetivo y verlo en dos dimensiones, una interna, íntima, personal, familiar; otra política y social.
En lo personal, lo decíamos desde el balcón, la emoción de años de espera, particularmente los últimos años en la Cárcel Central de Policía. Y habíamos en esa época expresado una convicción muy profunda: al final del camino una luz puntual nos espera.
El 19 de marzo fue para mí una luz intermedia, una luz a mitad de camino, porque la luz puntual era la recuperación de la libertad y la democracia.
Pero volver a mi casa, estar entre mi gente, encontrarme después desde el balcón con la gente en la calle, ustedes lo vieron, poder conversar con ellos, primero a viva voz y después con un megáfono que Julita Möller, que está ahí y que esa noche ofició de secretaria de relaciones públicas, nos alcanzó.
Y fue esto en un clima de fiesta, en un clima de alegría, en un clima de fiesta, porque se adueñó de mi casa y de mi persona un hermoso grupo de compañeros de la generación del 83, que están acá la mayoría de ellos, con lo que tiene la juventud, con locuras, verdaderos disparates, pero con esa frescura que es propia de la juventud.
Y allí hubo cosas como las que ellos marcaron, normas escritas, me las marcaron pero se las marcaron a todos los demás, y ese día dispusieron que sólo podían subir a saludarme connotados líderes políticos o sociales o familiares muy muy cercanos.
Y escuchen, vean esto, porque uno puede engañarse con los videos que pasaron: vino China Zorrilla, no la dejaron subir porque no era connotada dirigente política; subió al otro día, por supuesto, y nos pudimos abrazar. Pero fue una jornada realmente inolvidable.
Pero lo otro, lo trascendente, es la dimensión política en lo nacional con repercusión internacional: indicó para mí una señal clara de que el régimen necesitaba una salida y estaba dispuesto a transitar pasos en esa dirección.
Pero yo no era un preso cualquiera, yo era un general traidor al proceso, yo era el preso emblemático que dijera Wilson Ferreira, yo era el presidente del FA, la fuerza política que el régimen había querido destruir.
Entonces tuvo una significación muy especial que sintieron todas las fuerzas políticas y sociales de nuestro país y que fue la que llevó a que ese día y los días siguientes todos los dirigentes políticos del país, de todos los partidos, y todos los dirigentes sociales me llevaran su saludo y su adhesión. Fue el inicio de una etapa que luego las fuerzas democráticas instrumentaron en una línea de concertación, movilización y negociación que finalmente terminó con la recuperación de las libertades y la democracia.
Y además, porque uno mira el video ahora… ese día, esa noche, fue un tremendo acto político que cortó bulevar Artigas y bulevar España. Estábamos en dictadura, los actos políticos no estaban permitidos, entonces fue el primer acto político de características singulares.
Pero después vivimos el año 84, que no quiero recordar hoy, lo recordaremos después porque tendremos tiempo durante el transcurso de todo este año. Hoy lo que quiero rememorar es el antes.
Una premisa que puede parecer obvia: hubo un 19 de marzo y un año 84 porque antes había habido un año 83. No pretendo hacer historia, ah, pero quiero, sí, ejercitar la memoria, la memoria colectiva, la memoria de la sociedad uruguaya, que hace a su identidad, ayuda a comprender su idiosincrasia y es base de su cultura.
Pero hoy lo dicen absolutamente con un lenguaje muy claro los propios integrantes de la generación 83 en su libro: no hay memoria sin olvido. El problema individual de cada uno de nosotros y de la sociedad entera es saber y poder qué olvidar para mejor recordar aquello que no puede ni debe olvidarse.
Esto, mis amigos, es fundamental en lo que tiene que ver con aquellos años. Apenas unas citas porque en la larga noche del régimen autoritario y de terror, de silencio infinito de los primeros tiempos, de privación de cualquier manifestación, ya había existido un formidable No al intento de una Constitución liberticida que asombró al mundo entero.
Y había habido también el proceso de las elecciones internas del año 82, con el amplio triunfo de los sectores democráticos e incluso con el voto en blanco. Los dos, estos dos acontecimientos fueron severos reveses para la dictadura.
Ah, pero el año 83 demostró que el régimen estaba históricamente terminado, fue grávido en hechos memorables: la caceroleada, la salida de la gente a la calle, tres acontecimientos, repito, memorables: el 1º de Mayo en la calle después de diez años, la Semana de los Estudiantes con aquella magnífica marcha, aquella marcha por bulevar Artigas que terminó después en el Franzini, ¡ah, compañeros y amigos!, y finalmente el río de libertad.
Y junto con eso, mezclado, producto, motor, pero producto de eso también, la creación de tres institutos sociales fundamentales en la vida del país de aquel momento: ASCEEP, el PIT y Fucvam, como expresiones de la juventud, (…), de los jóvenes y mayores sindicales y de una fuerza nueva que estaba saliendo, que estaba naciendo, que fue precisamente el sector liderado por Fucvam. Junto con eso, también, por supuesto, Cinemateca, el canto popular, el teatro, todo eso fue lo que finalmente condujo al 19 de marzo del 84.
Pero lo trascendente, lo que quiero marcar hoy en forma fundamental, fue la demostración de que se había perdido el miedo al miedo. Eso es lo que quiero recordar hoy, porque en esa gesta los jóvenes, los estudiantes de entonces que hoy convocan a este acto, tuvieron un papel protagónico.
Y eso tienen que saberlo todos, no sólo ellos y las generaciones mayores que vivimos aquel proceso, sino fundamentalmente los más jóvenes, los hijos de aquellos del 83 que hoy tienen la edad que ellos tenían en aquel tiempo.
Y quiero resaltar esto y decirlo brevemente, porque el régimen se había ensañado con los centros de enseñanza, se había ensañado con la Universidad, con el IPA, con cualquier manifestación de enseñanza.
Había impuesto el terror y una contracultura absoluta. Era el imperio de los porteros vigilantes, aquel engendro de patovicas, del más feroz de los patovicas actuales.
Era aquella absurda moral de la pollera de las rodillas, del pelo recogido para las chicas y el pelo corto para los varones. Era el no poderse mirar entre los integrantes de distinto sexo, ni sonreír; era desconfiar, recelar; era por sobre todas las cosas la negación de la vida y la negación del amor.
Sólo escuchando a quienes vivieron y lucharon en aquellos tiempos se puede alcanzar la magnitud de la tragedia, sólo así se puede comprender el valor de actos de rebeldía que cuando uno cuenta en el día de hoy pueden parecer banales.
Ah, pero decir “dictadura” dentro de un centro de enseñanza o en una clase, leer un manifiesto en una clase, ni que decir hacer una volanteada o una pintada, esto era arriesgar la libertad, era arriesgar la prisión, el destrato, las vejaciones e incluso el destierro.
Y acá están algunos de los muchachos y las muchachas de aquella época que así lo hicieron. Yo me emociono cuando recuerdo una decisión que uno cuenta ahora y la gente no la entiende: un día un grupo de muchachas decidió ir de pantalones a clase, y fueron de vaqueros; por supuesto, no pudieron entrar, pero era una demostración de su oposición al régimen.
Pero, mis amigos, no son estas cosas que quiero recordar hoy, quiero… no rescatar, porque no necesita rescate, pero sí señalar cómo la generación del 83 salió de las sombras.
Claro, sintieron miedo, convivieron con el miedo, pero vencieron al miedo, y eso fue fundamental en la lucha por la libertad y la recuperación de la democracia. Porque, mis queridos amigos, no hay libertad con miedo, no hay vida plena con miedo, no hay democracia con miedo.
Y lo importante, lo importante para la memoria es cómo lo hicieron, fue superar la intención del régimen de que cada uno viviera aislado de los demás, que cada uno se encerrara en sí mismo como un erizo, fue entonces superar la barrera, la debilidad y el frío de lo individual y alcanzar la fuerza y la calidez de lo colectivo.
Fue la necesidad de reencontrarse con otros, fue recrear la solidaridad, la confianza, la lealtad; fue superar la dignidad humana, en el mejor sentido del término; y fue, por sobre todas las cosas, recuperar el sentido de la vida, recuperar el valor del amor como fundamento de la relación humana, recuperar los valores éticos y sociales, y saber que esa reconquista era posible si la lucha era de todos para salir entre todos.
Permítanme ahora un recuerdo que es anterior a esa época pero tiene que ver con eso. Fue en los primeros meses, poco antes del quiebre institucional, en los primeros meses del 73; ya había represión, ya había atentados, ya había miedo, y yo conversaba con los jóvenes.
Recuerdo una tardecita, casi de noche, en Treinta y Tres, en una escuelita suburbana; hablábamos de eso y yo decía que la tribu se reúne ante el momento de peligro, que había que juntarse para afrontar la situación.
Y entonces naturalmente en la charla que manteníamos surgió una frase que la maestrita con su linda letra escribió con tiza en el pizarrón de la clase: “Unir mil miedos para formar un solo coraje”.
Eran los tiempos en que todos cantábamos, todos a una, como Fuenteovejuna, y fue lo que hicieron, en otra escala mayor, los muchachos del 83. Y yo quiero decirlo hoy, acá, en esta Aula Magna de la Universidad de la República, y lo quiero decir… y por favor, que nadie diga que ustedes me homenajean a mí y yo los homenajeo a ustedes, no es eso, por favor.
Pero el año pasado, cuando se cumplieron 20 años de todos estos hechos memorables del 83, nuestra sociedad, nuestra ciudadanía estaba inmersa en el problema del referéndum sobre Ancap y esa preocupación fundamental de la ciudadanía no dio, a mi, entender la importancia debida a esos hechos.
Yo digo que es un reto, que hago a todos, que cuando se cumplan los 25 años, el cuarto de siglo, en 2008, reparemos esa falta. Y ahora quiero hacer una reflexión con ustedes en la cual quisiera ser muy claro. Por favor, no hagan comparaciones absurdas, imposibles.
Simplemente parto de la afirmación de que salimos de la dictadura con un esfuerzo conjunto de la sociedad y digo, mis estimados amigos, hoy estamos saliendo de la crisis económica más severa que sufrió nuestra sociedad en los últimos tiempos.
Y digo que todos, todos, quisiéramos que el proceso de recuperación económica que parece que estamos viviendo se convierta, se transforme, en un proceso sostenido de desarrollo económico y social que permita satisfacer las demandas urgentes de nuestra sociedad.
Ah, pero otra vez de nuevo ello será posible sólo con el esfuerzo conjunto de la sociedad entera. Y además, mis queridos amigos, porque todavía persiste el miedo de nuestra sociedad y en la juventud particularmente.
Es un miedo distinto de aquel terrible miedo de la dictadura, es distinto, son otros miedos; es el miedo a la inseguridad ciudadana, al presente y al futuro, a la marginalidad, al desempleo, el miedo a la violencia, el miedo al terrorismo, el miedo a los cambios.
Mis amigos, tenemos que sacara esos miedos, tenemos que erradicarlos, porque no habrá un futuro venturoso para nuestra gente y para nuestro pueblo si así no lo hiciéramos.
Entonces es un tremendo otra vez no al miedo, no a ninguna clase de miedos, sí a una esperanza que nos aliente a todos para seguir luchando por ese futuro que queremos.
Yo pienso, pienso que algo de esto debe haber estado presente en la mente o de pronto en el subconsciente de los compañeros de la generación del 83 cuando sintieron la necesidad de reencontrarse, no solamente para recordar, sino también para vivir mejor el presente y el futuro con ellos y con sus hijos.
No me olvido, sé muy bien que estamos en un año electoral, pero quiero proyectar a este presente el espíritu que guió a la generación del 83.
Cada uno de nosotros tiene, por supuesto, sus simpatías, sus afinidades políticas, pero reconozcamos que en estos tiempos que transitamos en todos los ámbitos corren vientos de renovación y de cambios, una expresión de las voluntades en todas las tiendas políticas de elaborar propuestas y voluntades para un futuro mejor del pueblo oriental.
Entonces quiero remarcar que una condición sine qua non, la condición primera para cualquier proyecto de recuperación del país exige el cambio moral en nuestra sociedad, porque la crisis también provocó el encerramiento de la gente en sí misma y el aislamiento, también lo provocó, afectó los valores societarios que tenemos que recuperar. Y ésa es una tarea común a todas las fuerzas políticas y sociales de nuestro país en el momento actual.
Esto es lo que hace necesario un espíritu militante, más allá de cualquier diferencia doctrinaria, política o religiosa, como fue el espíritu de la gente de la generación del 83, sin banderías políticas, con la única bandera de querer la libertad y la libertad humana.
Yo sé que quienes promovieron el reencuentro de los actores del 83 han logrado crear una red de comunicación que lleva al intercambio de ideas, de discusiones, una red que tiene más de 400 integrantes dentro y fuera de fronteras, que lo hacen todos por correo electrónico, a veces en contactos personales, pero fundamentalmente a través del correo electrónico.
Discuten entre ellos, se pelean entre ellos, por supuesto, pero se pasan elaborando ideas.
Y yo digo que eso constituye un capital humano excepcional, de una tremenda potencialidad que debe estar al servicio de la República, entonces convoco, más que convocar, exijo a los integrantes de la generación del 83 que hoy organizaron este acto que se mantengan movilizados en el mejor sentido de la palabra, que estén militantemente trabajando para permear a la sociedad entera, pero particularmente a los jóvenes de las generaciones que siguieron el espíritu y la forma que les permitieron superar aquellas dramáticas instancias.
Es para mí una responsabilidad ciudadana la que tienen ustedes, mis queridos compañeros. Pero debemos terminar, me extendí demasiado en lo que debió ser sólo un agradecimiento. Pero les pido que comprendan: ésta es mi última comparecencia pública, y entonces es lógico que un poco me aferre a ella.
Pero hay otra cosa más que les quiero decir; por supuesto, no es una frase académica, pero yo me siento hoy y aquí, con ustedes, como los novios cuando dicen: “Tengo tantas cosas para decirte…”
Una reflexión final que hago, mis amigos, sin ninguna clase de dramatismo. Tengo plena conciencia de que cuando uno abandona la vida pública se confina en el ropero del desván –y valga la expresión un poco arcaica–; yo lo decidí y, ustedes me conocen, lo voy a cumplir.
Pero quiero decirles esto: a mí me gusta vivir, amo la vida, no me aferro a ella; he dicho mil veces, la vida es pugna, la vida es lucha, pero si es cierto el precepto latino de “cogito, ergo sum”, no menos es cierto que si yo vivo, existo y soy, puedo pensar, y entonces, mis amigos, dentro del ropero seguiré pensando. Y si en un momento siento la necesidad de pelear, lo haré contra las puertas del ropero.
Quiero decirles mi profundo, emocionado agradecimiento por este regalo que 20 años después me hacen ustedes y decirles que nunca más lo voy a olvidar en los años de mi vida, que espero que sean muchos y largos años junto con Lilí, junto con mis hijas, junto con mis nietas y junto con ustedes, que son mis amigos.
Y ahora un pedido final: entramos con Lilí por el costado a este Paraninfo de la Universidad de la República; yo pido que ahora me dejen salir, con alegría, por la puerta grande de la Universidad de la República".